A cualquier cirujano
habituado a implantar prótesis le suele provocar una
amarga conmoción que ésta se infecte. Porque sabe que a su paciente
le espera un calvario.
Nuestro fogoso monarca pertenece
a una saga de artrósicos. Y ahora sufre las consecuencias de aquellos saltos
del tigre que practicó sobre las numerosas barraganas que pasaron
por su cama a lo largo de una dilatada vida sexual. Durante su
mocedad se instruyó con mujeres cumplidas, tal como aquella
conocida bailaora, o la aristócrata italiana que le dio su primera hija. Finalizado
su periodo de instrucción vino a investigar con un sinnúmero de individuas,
muchas de ellas populares. Ya en la vejez, prefirió la juventud,
hasta llegar a la tal Corina, algunos años menor
que sus hijas legítimas. Y con tanto ajetreo, al cabo de los
años ha necesitado renovar algunas de sus articulaciones.
Lo mismo que le pasó a muchos de sus parientes, el interfecto sufre la llamada maldición
del recomendado en su relación con los médicos. Ésta consiste en que el
facultativo suele tener unas consideraciones especiales con su
paciente que interfieren en la indicación diagnóstica o terapéutica la cual
no se aplica con la contundencia precisa.
Si una anciana corriente acude a
la consulta (pública) con xantelasmas palpebrales se le recomienda que se los
deje estar y que no maree más; pero si es la abuela Federica, se le
opera y además le aplican técnicas anestésicas sofisticadas que facilitarían su
partida inmediata hacia el otro mundo. Y cuando en la época en
que al abuelo Juan le salió un cáncer de garganta, se llevaba
extirparla de cuajo, radicalmente, y se curaba a casi todo el mundo; pero a él se
lo trataron en esa milagrosa clínica protegida por sanjosemaría y fue uno de
los pocos españoles de la época que se murió de neoplasia laríngea. Así
que después de tantas operaciones, era inevitable que al protagonista de esta historia se le infectara alguna de sus prótesis.
En mi opinión, todo médico
debe ser discreto en su actuación cualquiera que sea el paciente con
quien se tope. Me parecen ridículas esas ruedas de prensa llenas de embatados
galenos luciendo el pandero, con el último propósito de que aumente el caché de
sus minutas. Y el colmo de su tontería es exhibirse en las numerosas revistas
del petardeo. Porque si las cosas se tuercen, del primero de
quien se va a acordar todo el mundo es del médico, aunque éste haya realizado un trabajo perfecto.
Ahora me gustaría saber si esa pajarraca
que se arroga el papel de defender al paciente y que, achuchada
por las compañías que venden seguros de responsabilidad civil, se
dedica a incitar a que la gente interponga demandas a médicos u hospitales, ¿va
a alentar a la familia real a que denuncie a todo quisque implicado en
el lío? O, más bien, se habrá dado cuenta de que incluso aplicando la excelencia,
las cosas también se tuercen: los fracasos médicos no pueden
considerarse como una negligencia demandable para sacar pasta.
En este país, los ciudadanos
con sentido común saben que la Sanidad pública, aun aceptando sus
defectos, tiene los mejores profesionales y medios, y aplica la tecnología
más avanzada en todos los campos, incluyendo todo tipo de prótesis. En principio,
ello provoca un mayor gasto, pero al final revierte en ahorro
ya que los resultados son mucho mejores, y las complicaciones mínimas.
Sin embargo, en la medicina privada todo ahorro es ganancia. En nuestro
ámbito, un claro ejemplo de ello son los pésimos resultados a largo plazo del
llamado “plan de choque”.
Todos los que están
familiarizados con el mundo sanitario, cuando requieren asistencia médica para
sí mismos o para sus familiares buscan al profesional que creen que es el más
adecuado para la cuestión. No busca gerifaltes ni jefes
(a no ser que éste sea el experto), ni mucho menos a coros de figurones charlatanes o
sacamuelas. A veces, incluso un médico residente puede ser el más
apropiado. Y, si se requiere cirugía, intenta conseguir que se efectúe a primera
hora de la mañana, máxime si se trata de una intervención compleja. Da
la sensación de que los asesores del
jefe del Estado en estos temas también son los ineptos de siempre, provenientes
del mundo de la política.
La manifestada excelencia
de la medicina pública española debe mantenerse sin interferencias de
insolentes privatizadores que sólo buscan negocio. Si la infección
de la desdichada cadera sirve para salvaguardar la sostenibilidad del modelo
sanitario público, y además pone en su sitio a los buitres de las demandas,
bienvenida sea. Aunque sin que quepa duda, deseamos que, a pesar de los
desafueros, consiga recuperarse con prontitud.
Bien.... Muchos piensan así. Pero que lo resulelva otro
ResponderEliminarSi se deja
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarTu desenfadado estilo,tirando a despótico,me encanta. Creo que es una forma de motivar al lector-conocido-amigo.Yo creo que me encuentro en este ultimo apartado y comparto contigo gran parte de tus aseveraciones-opiniones.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste
EliminarEsto de la infección de la prótesis pasa en las mejores familias!!!! Muy bueno el artículo, estoy totalmente de acuerdo!! Las personas que critican nuestro sistema sanitario y a sus profesionales deberían viajar más y comprobar que sistemas tienen en los "mejores" países europeos.
ResponderEliminarUn saludo,
Les pasa a los pacientes a los que se les implantan prótesis y a los cirujanos que las colocan
EliminarMe parecen interesantes las reflexiones hechas a forma de "fogueo"
ResponderEliminarCada uno tiene su propia estrategia. La mía es la de publicar estos tiros, con los que intento transmitir una opinión que, si es posible, no ofenda a nadie, y así conseguir que me pueda seguir leyendo la mayor parte de gente posible. Ello hace parecer que van sin bala.
EliminarExcelente!! Estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarValoremos nuestra magnífica sanidad pública que tanto esfuerzo ha costado conseguir.
Me alegro de que esté de acuerdo conmigo. Gracias
EliminarY espero que cuando no lo esté, también me critique.
Un saludo
Yo he viajado por tres cuartas partes del planeta, por aquí y por allá, y no me tiembla el pulso al decir que por lo que he visto por ahí fuera, el sistema sanitario español es de lo mejorcito del mundo aunque hasta hace 10 años funcionaba pésimamente gestionado y con un despilfarro y unos niveles de corrupción alarmantes, cosa que se ha paliado en parte con la gestión privada de algunos hospitales públicos.
ResponderEliminarEl Dr. Cabanela es un tío interesantísimo y un nº 1 mundial en lo suyo. Le honra no haber cobrado ni un $ por el favor al monarca.
En cuanto a las aficiones sexuales del señorito: si el mundo gira, es por eso ¿a que viene criticarlo?"
Efectivamente, el sistema sanitario español, es de lo mejor del mundo. Se comenzó a gestar con los únicos gobiernos de izquierda que ha habido en España (los gobiernos de Franco, no los de González).
EliminarEfectivamente ha habido (y sigue habiendo) corrupción, aunque gracias a la crisis, esta se va controlando. Pero dudo mucho que la cosa se haya arreglado con la gestión privada de los hospitales. En éste (y en otros muchos negocios) las pérdidas están socializadas, y parece ser que todos esos hospitales no han generado más que pérdidas, asumidas por el sistema sanitario público.
No conozco al dr. Cabanela. En mi post me refería a los cirujanos de las intervenciones previas, que se pasean por las revistas del petardeo, e incluso alguno presume de “hacerse” a la infanta ninfómana. Supongo que ninguno de todos habrá cobrado: la publicidad generada ya vale millones.
Me siento orgulloso de que el jefe de mi Estado sea un picha brava. Valoro más las virtudes supremas (que no tiene) a los vicios mojigatos. El problema del borbón es que de siempre, las putas se las hemos pagado todos los españoles (para bibliografía: juan carlos I, el último borbón, de Amadeo Martínez Inglés)
Hola
ResponderEliminarPor fin he leído tu último " rollo " publicado en el blog. Me ha gustado bastante aunque he leído otros que ya no me han parecido tan interesantes.
Eso es lógico. No vamos a estar de acuerdo en todo. Sería aburridísimo.
EliminarAsí que si algo no te gusta, puedes dar caña con toda confianza.