Cuando los dioses
quieren la desgracia de un hombre, primero lo convierten en vanidoso, es decir,
en alguien ciego y sordo, alguien que no se da cuenta del poder de los demás.
JULIO CÉSAR
La verdad es que esos que hoy decidieron medrar no se han
dado cuenta de que son tanto o más miserables que cuando no pintaban nada.
Y, para su desgracia, siguen siendo unos mandados.
Y, para su desgracia, siguen siendo unos mandados.
La vanidad forma parte de la naturaleza humana, en la libre elección de cada uno esta el caer o no en ella. De todas maneras estoy seguro que mucho adicto a la teletonta al que le ponen el micrófono en la boca para criticar la corrupción, sería casí igual (o más) corrupto que los corruptos. Saludos.
ResponderEliminarEfectivamente, muchos no son unos hijos de puta porque no son capaces de serlo. Pero los que sí lo son, si además son idiotas, son muy peligrosos, porque esos pueden jodernos incluso a sabiendas de que vayan a salir perdiendo.
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