Desde hace ya unas décadas la mujer participa plenamente en los
diversos ámbitos sociales, posibilitando que la comunidad se aproveche de todos
sus miembros. Vemos pues como las féminas se imponen en los mundos
de la política, la medicina, la empresa, y en todos los demás.
Pero el camino del éxito elegido por las triunfadoras más
populares de hoy en día sigue siendo la vía sexual. Muchas de ellas
consiguieron su Poder, además por supuesto de a otras cualidades, a la
excelencia de sus faenas genitales. No es, ni más ni menos, que una variedad del
llamado oficio más antiguo del mundo. A lo largo de la historia, sus
afanosas profesionales recibieron diversos nombres. Ahora se estila denominarles eufemísticamente “modelos”.
Unas, tras acercarse a esos bobalicones jovenzuelos ricos surgidos
del mundo del deporte, del espectáculo, de la televisión, e incluso de alguna
familia real, consiguen que las preñen, utilizando a los churumbeles
como medio de obtener lo más posible del patrimonio del pobre gilipollas. Conseguida
la pasta, se cansan de ellos y los cambian por un nuevo gilipollas.
Habitualmente, el primero, no escarmentado, acaba amancebándose con una nueva “modelo”.
Otras prefieren convertirse en barraganas de viejos decrépitos. Es patético
comprobar como en la actualidad, un par de putas se disputan el
patrimonio que sustrajo a sus trabajadores aquel viejo nazi de falso
título nobiliario.
Ya es hora de que la sociedad toda, incluida la prensa del hígado, ponga
en su sitio a esas tipejas, porque no son modélicas para nada ni para
nadie. Reconozcamos como ejemplo a las mujeres que asumen su responsabilidad y
sacrificio desde sus puestos de trabajo o sacando adelante a sus familias.
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