Mi abuelo fue labrador, sabio,
de educación poco adulterada por la cultura. Empleaba animales para sus labores campestres:
rocín percherón en su juventud, y borrico, más comedido, a la vejez.
Una vez se me ocurrió preguntarle
qué se hacía al morirse un burro. Me dijo que lo recogían unos señores de
Tavernes, pueblo entonces conocido por sus fiambres.
Años después, descendientes de
aquellos recicla-burros crearon una cadena de supermercados. Empresarios Modelo
(según los políticos en boga): despiden a sus atentos empleados al llegar a la
cuarentena, y contratan a jóvenes que cobran menos y van acompañados de subvención;
la plusvalía la despilfarran en zánganos futboleros.
Pues nos hemos enterado de que
esos negociantes ecológicos están intentando hacerse con la Sanidad valenciana.
Cualquier día nos vemos (pacientes y sanitarios) convertidos en botifarras.
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