Está claro que a Dios no le
gustan los cirujanos. Los cirujanos son seres petulantes y engreídos capaces de
cambiar las tripas de sitio, de reemplazar los órganos de un espécimen a otro,
y demás barbaridades. Vamos, que son tan osados que se atreven a enmendar la
creación divina.
Por eso, cuando un cirujano
hace su trabajo a medias y confía en que seguidamente suceda “lo que Dios
quiera”, pues entonces Dios va a por él, a fastidiarle, a conducir las cosas
hacia que salgan mal, a dejar al galeno en ridículo, incluso a costa de
fastidiar a un inocente. Así que, cuando alguien profesa la Cirugía, debe
buscar la excelencia, evitando la necesidad de que Dios tenga que actuar.
Por motivos similares, Dios le
tiene manía al resto de sanitarios, así que todos tienen que aplicarse el
cuento. Aunque la inquina de Dios contra los cirujanos es mucho mayor, porque
Él era anestesista: la primera anestesia es la que le practicó a Adán para
sacarle aquella costilla tan conflictiva.
Sí que hay cirujanos muy engreídos que se creen dioses en miniatura, otros no tanto. Pero no es algo exclusivo de los cirujanos, sino de toda persona, que nos creemos diosecillos de nuestro pequeño mundo egoísta. En cuanto a Dios, Él tiene en su providencia lo que le conviene sufrir o no a cada alma para salvarse. Si esta vida pasa en un suspiro..
ResponderEliminarMi intención con este post no es la de criticar a los cirujanos. Entre ellos, como entre la demás gente, hay de todo.
EliminarEs una ironía acerca de la profesionalidad de muchos españoles, sanitarios o no, que buscan la excelencia en su trabajo, a pesar de que sus dirigentes sean un atajo de inútiles.