Llegaron
las fallas, fiesta característica de los valencianos: damos a la obra la trascendencia
justa, y la quemamos, y volvemos al principio, sin mayor importancia. Fiesta completa.
De arte y artesanía. Escultura, pintura, música, indumentaria, pirotecnia, y
más. Gran espectáculo, organizado por el pueblo, por la Comisión. Cuando participan
intelectuales, la falla es un fiasco.
Habrá
que aguantar a la Comisión.
Plantan la falla y meten carpa (habitualmente vacía) para
tomar la calle. Los churumbeles tiran petardos, sin cadencia ni armonía, volviendo
loco al vecindario. Y al cotizante, que financia mascletás con sus impuestos, y
la pensión de muchos falleros, le reducen vacaciones para que no pueda huir.
Fallera
mayor, presidente de la falla y demás figurones, se sienten reyes del mambo durante
diez días. Satisfechos con ello, no irán
de diputados, ni de concejales, ni de cabecillas en servicios de la administración.
Porque entonces, habría que padecerles durante todo el año.
La cosa más tonta del mundo son las fallas. Días soportando lo insoportable: maleducados haciendo ruido con los dichosos petarditos, críos gritones, verbenas de borrachos, tarados que te sueltan un masclet en las barbas...Por no hablar de las muchas veces horrorosas moles de las fallas, modernos tótems sin sentido que suponen un gasto irracional. Está claro que fomentan el turismo y también deben lavar mucho dinero negro, digo yo.
ResponderEliminarLa cosa podría tener arreglo si se organizara bien. Pero entonces los políticos deberían enfrentarse a las hordas. Y eso les haría perder votos. Ya sólo les quedaría meterse a falleros.
ResponderEliminar