Hasta hace unas décadas, la visita médica consistía en una ceremonia pomposa en la que el facultativo aparentaba una sapiencia tan absoluta como falsa. Su impostura se acompañaba de buen traje, mejores modales, lujoso carruaje, cara minuta y mucha circunspección. Pero no curaban casi nada. Si alguien recuperaba la salud, era gracias a su naturaleza. El papel del facultativo se limitaba a paliar o consolar. Aunque ya entonces se le hacía responsable del fracaso de la medicina, la cosa no pasaba de ahí. El refranero español zanjaba el asunto con esa sentencia: “todo lo que lo que el médico yerra, lo tapa la tierra”.
Pero, gracias a las lecciones de nuestros antepasados, al desarrollo científico, y al trabajo y dedicación de los profesionales sanitarios de hoy, hemos llegado a un nivel de conocimientos médicos cuya aplicación consigue curar numerosas enfermedades. Y a alcanzar una esperanza de vida del doble de años que la gente de la generación de nuestros abuelos. Pues, a pesar de ello, resulta que ahora, el médico vive más perseguido que nunca.
Lo que el médico yerra hoy en día, no lo tapa la tierra. Hoy pervive entre un amplio zanganerío dedicado a la explotación del error médico, que lo escampa a través del Universo. Desde los picapleitos, a los del negocio de los seguros, de las asociaciones de pacientes, al petardeo televisivo, e incluso de las corporaciones profesionales médicas que, imbuidos en el capitalismo integrista representado por la industria, se encargan de explotar el desacierto de cualquier sanitario.
Pero, ¿qué es un error médico? Cuando alguien toma una decisión para resolver cualquier problema que tenga diversas vías de solución, sólo será capaz de conocer lo que acontece habiendo optado por el camino escogido. El hecho de que el final de ese camino elegido sea el fracaso, no implica taxativamente que las otras opciones nos hubieran conducido al éxito. Que el médico no acierte no implica que yerre, ni que sea negligente, ni un ignorante, ni un criminal. Ningún juzgador podría asegurarlo.
La estafa comienza con el sofisma del llamado “derecho a la salud”, que sólo podría conceder Dios, suponiendo que exista. Poder que se ha ido convirtiendo en un derecho a la inmortalidad. La única exigencia reconocible es la de la asistencia sanitaria digna, tal como sucedía en España hasta hace poco (hoy, con los gestores que soportamos, ese reconocimiento es dudoso). Así que si la medicina falla, el cabeza de turco va a ser, sin lugar a dudas, el médico.
En los medios de comunicación vemos a diversos ignorantes (algunos ilustrados, y la mayoría sin ninguna ilustración) pertenecientes a diferentes ámbitos, como se atreven a comentar las consecuencias de las decisiones médicas. Todos convencidos de que la medicina es infalible, de que su fracaso es siempre debido a la negligencia del sanitario. Incluso gente a la que la medicina no ha conseguido sacarle de su tragedia, se atribuye el derecho de compensar su tristeza atacando a lo que tiene a mano. Toman al médico como cabeza de turco y provocan, egoístamente, un enorme perjuicio a los que le rodean y a toda la sociedad.
Los hombres confían su vida al médico para que acomode sus conocimientos a conseguir su sanación. Ello le confiere un extraordinario poder que, sin duda, la ciudadanía tiene derecho a controlar. Porque es posible que entre los galenos se camufle algún criminal psicópata asesino, lo cual, aunque posible, no dejaría de ser una absoluta rareza. También es fácil que algunos sinvergüenzas, explotando sus poderes místicos, estén dispuestos a hacer caja a costa de la ignorancia de algunos usuarios; pero eso, aunque lo vemos de vez en cuando, no deja de ser una total excepción. En su casi mayoría, el sanitario es un profesional serio y responsable, pero hombre, y puede equivocarse.
Los jueces la cagan todos los días; sus sentencias son revocadas en instancias superiores; se equivocan, y su también enorme poder provoca daños irreparables sin que nadie les pida cuenta. Lo mismo sucede con abogados y demás participantes en el montaje judicial. Y qué decir de esos políticos bribones, ases del crimen impune. O los banqueros, que tras arruinar a ahorradores, se van de rositas llevándose sus viles indemnizaciones. Pero con saña, sólo se persigue al médico.
Y ¿por qué de este acoso? Según los hindúes, la sufrida vida del sanitario es resultante de una purgación por su karma duro (el negativo, el de sus malas acciones) de su vida previa. Es decir que el médico deberá vivir su infierno, condenado por los pecados de su anterior reencarnación. La persecución ¿será a causa de lo puta que fue en otras vidas? Yo creo que no; que el motivo es mucho más prosaico. Es lo de siempre: la codicia. Muchas tribus sacan provecho de la situación.
El acto fallido de un sanitario puede valer 100 millones de indemnización. Pero cuando acierta con su oficio, éste sólo vale lo que se refleja en su sórdida nómina de funcionario, recientemente rebajada. Como sería de justicia, la capacidad económica obtenida de los éxitos debería ser suficiente para cubrir la responsabilidad (si es que la tiene) de los fracasos sin necesidad de contratar costosos seguros. La maquinaria estatal que permite tal coyuntura es totalitaria, al servicio de las aseguradoras.
Cuando un residente comienza su formación en cualquier servicio médico, lo primero que aprende es la aplicación de la medicina defensiva. Es aleccionado a que solicite una batería de exploraciones inútiles, incluso antes de haber escuchado o tocado al paciente, y que sólo servirán para justificar la compra de un carísimo aparataje. Y luego, sin ninguna seguridad diagnóstica, deberá pautar fármacos que curen o prevengan diversos procesos. Lo que engordará el negocio de unos y otros, generando una sanidad carísima. Esos beneficiados son los que fomentan la susodicha medicina defensiva.
Las corporaciones profesionales no resuelven esta cacería al facultativo y, además sus gestores sacan tajada a la hora de hacerse con el poder. Si cambia el seguro cuando cambian los gestores, tendremos que sospechar que mangonean mancomunándose con las aseguradoras. Y si los perdedores de las elecciones se callan, recelamos de que hacían lo mismo con la compañía del seguro antiguo. Esta actitud es la que, dentro de este lío, a mí me parece la más rastrera y miserable.
Así pues, las organizaciones que deberían cuidar del sanitario no solo no lo hacen, sino que permiten que asociaciones que se declaran defensoras del usuario, sean las que controlen e inciten a poner demandas. La mayoría de las cuales no van encaminadas a defender a nadie, sino a hacer al sanitario blanco de frustraciones y rencores. Y sobre todo, guiadas por las mafias, orientar de cómo sacar tajada dineraria de los carísimos seguros que nos vemos necesitados a contratar.
Yo creo que lo que estamos relatando es uno de los últimos coletazos del Capitalismo liberal. Hace 20 años murió el Comunismo, víctima de sus miserias. Ahora está palmando el Liberalismo relativista del “todo vale” que ha conducido a que la “economía criminal” domine al mundo. Depravados de todo tipo, ladrones, traficantes de armas y de drogas, evasores de divisas y sus paraísos fiscales, políticos corruptos, etc., subyugan a compañías, nacionales y multinacionales, e incluso a Estados. Gentuza que aplica sus artimañas corruptas, como la relatada en esta monserga.
Las sociedades acaban rebelándose ante actitudes totalitarias intolerantes. Pero mientras tanto, ¿qué hacemos? Hay quien piensa que, en vez de seguros, deberíamos contratar una iguala con cualquier banda de sicarios capaz de defendernos (al fin y al cabo, a alguno le hemos salvado la vida, nos deben favores, y se nos han ofrecido). Esa sería una actitud cafre que acabaría mal. Pero que es acorde con el contexto bananero en el que se desenvuelve actualmente España.
Con o sin sicarios, creo que deberíamos cambiar la medicina defensiva por la medicina atacante. A ese populacho que nos exige comportarnos como Marañones, pero se atreve a tratarnos como trapos, y que sólo busca el dinero, debemos de atacarle con las contrademandas. Por daños morales y por injuriar nuestro buen nombre y honor, tratándonos como asesinos en potencia.
Debemos exigir a las autoridades que legislen contra la perversa actitud que nos obliga a practicar la medicina defensiva. A muchos políticos, la ciudadanía y los médicos les importan un bledo. Conocidos y múltiples son los legisladores imbuidos en la economía criminal. Pero las leyes deberían prevenir el expolio a las arcas públicas y privadas que presuponen los gastos inútiles que conlleva la medicina defensiva.
Deberíamos darnos de baja de todo seguro de responsabilidad civil. Asesorarnos por un buen profesional decente del derecho que nos ayude a poner en buen recaudo nuestro patrimonio, tal como hacen políticos y muchos ladrones de guante blanco. Y si tenemos la desgracia de ser condenados por algo que se considere negligente, pues que nos lleven directamente a la cárcel, a ese gran hotel, con piscina cubierta y vis a vis. Pero no practiquemos la medicina que hace ricas a numerosas mafias.
El principal cometido de las organizaciones profesionales es controlar la mala praxis. Y, además, evitar todo acoso a sus asociados. Debemos exigirles que cumplan su cometido, que dictaminen las faltas al código deontológico antes de que proceda la justicia ordinaria. Pero después de limpiar sus juntas directivas de sobrantes de la política, entregados al mangoneo con las compañías del seguro.
Estamos viviendo una situación de preguerra civil, en la que muchos humanos sienten la tentación de convertirse en el salvaje antropoide que lleva dentro y secundar a cualquier gorila dominante capaz de dirigirnos al desastre, repitiendo nuevamente la Historia (la de Lenin, Hitler, Stalin, Castro, Mussolini, Chávez, Franco, Polpot, y otros tantos). Así que, o arreglamos injusticias como la descrita en este cuento, o acabaremos teniendo que soportar de nuevo a otro califa durante cuarenta años.
Espero que os haya gustado.
Saludos
Pues a mi me gusta.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo y he visto muchas reflexiones que suelo hacer cuando estoy inspirada, como lo del derecho a la salud. Lo de darnos de baja en los seguros yo ya lo he hecho, porque después de años de sacarme el dinero cuando cambiaron de compañía me enteró de que si me hubiese pasado algo no me habría cubierto.
En cuanto a la guerra confío y espero no tener que vivirla
Me ha encantado tu escrito. Ojalá esto cambie para bien, yo no soy optimista, contra mi naturaleza. Aprovecho la ocación para
ResponderEliminarmandarte un cariñoso saludo.
Muchísimas gracias por hacerme partícipe de tus quebrancias fiolosóficas que disfruto y comparto.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Hola
ResponderEliminarHay mucha verdad en lo que dices.
Un abrazo.
Hola.
ResponderEliminarNo cambies nunca please.
Me ha encantado.
Un abrazo.
Creo que es el que más me ha gustado de todo lo que has escrito!!!
ResponderEliminarNos vemos por el hospital!!!
Esta muy bien , parece un escrito de Larra.
ResponderEliminarBien, no puedo estar más de acuerdo.. Yo también opino que contratar esos seguros nos pone en condiciones de aptos para delinquir, deberíamos darnos de baja y, si tenemos la desgracia de ser denunciados, vayamos a juicio, pero a juicio hasta el final, del que si salimos absueltos, no se vayan de rositas los denunciantes aunque también el refranero dice que más vale un mal apaño que un buen juicio...
ResponderEliminarUn abrazo,
Muy interesante el artículo,
ResponderEliminarEs muy didáctico acerca de cómo el profesional sanitario percibe su status en la devastada sociedad actual.
Totalmente de acuerdo con su percepción, en definitiva, la moralidad hace ya tiempo que dejó paso a los meros intereses personales y económicos. La sociedad se va empobreciendo y ustedes lo tienen que estar soportando de una manera mucho más directa.
Esperemos no necesitar un Mussolini o Hitler para cambiar esto.
Un abrazo.
Querido Vicente, aquí tienes un seguidor ...
ResponderEliminarUn abrazo
DURANTE MIS MAS DE CUARENTA AÑOS DE EJERCICIO PROFESIONAL MEDICO, HE PENSADO TODO TAL CUAL LO DICES, COMO SI FUERA UN ECO EN MI CABEZA; RODEADO DE LA MANSEDUMBRE DE COMPAÑEROS QUE EN SECRETOS ERAN COMPLICES DE SITUACIONES DE TOLERANCIAS Y PICARDIAS DEL SISTEMA. CUANDO ALGUNO CAIA EN DESGRACIA SE QUEDABA AISLADO TOTALMENTE SE TRANSFORMABA EN EL LEPROSO DE LA PROFESION; ERA JUZGADO Y LAPIDADO SIN QUE SE HUBIESE DEMOSTRADO NADA; TANTO ES ASI QUE LA SEGURIDAD SOCIAL TE SUSPENDIA DE EMPLEO Y SUELDO CON CARACTER TRANSITORIO; NO HABLEMOS DE LAS CALUMNIAS NI "HACERTE LA CAMA" PARA DESPLAZARTE EN BENEFICIO DE UN "ENCHUFADO" QUE CANALLADA DE SISTEMA QUE VE A SUS PROFESIONALES MEDICOS COMO PRESUNTOS DELINCUENTES....
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