Al político le gusta pelearse teatralmente
con su oponente. Pero todos están muy avenidos en su fin principal: expoliar al
ciudadano. Ayudados por los poderes fácticos económicos, confabulan para
expoliar la riqueza que generan sus gobernados.
La economía criminal domina el mundo de
hoy. En los paraísos fiscales esconden su botín todo tipo de delincuentes: cárteles
de la droga, nuevos negreros traficantes de personas (mujeres, emigrantes),
señores de la guerra y quienes les venden armas, y demás delincuentes. El
político es coleguilla de esa gentuza con la que se alía, constituyendo una
simbiosis que, por encima del ciudadano organizan chanchullos mutuos.
A Zapatero se le ordenó colaborar en la
organización de una crisis económica con intención de que la gente perdiera el
trabajo y entrara en la miseria. Tras él, la derecha elaboró la correspondiente
recuperación, la gente debe conformarse con un empleo y sueldo de mierda
volviendo a la esclavitud. El ciclo se cierra, siguen ganando los mismos:
empresarios, especuladores, bancos y demás traficantes de dinero.
No es extraño que en privado, y a veces
en público, los gerifaltes de un partido alaben y protejan a los prebostes de
otro. Porque todos están en el mismo bando.
Porque ¡PERRO NO COME PERRO!
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