Durante el s. XX, la portera fue
figura característica en todo edificio. Venían del pueblo, emigrando a la
ciudad con su familia. En la portería tenían vivienda. A cambio de casa, la mujer
se ocupaba del mantenimiento de la finca. Gente valiente y emprendedora en
busca de mejorar. El marido encontraba trabajo en fábricas o servicios. Con los
ahorros y lo que sacaban de vender propiedades del pueblo acababan comprándose
un pisito a plazos, donde se mudaban finalizando felizmente su aventura.
Era gente que consideraba primordial
educar a los hijos. Viviendo en ciudades, muchos descendientes de aquellas
porteras alcanzaron el máximo grado universitario.
El tiempo y los abusos se las llevó
para siempre. Pero ese carácter permanece en las hijas, que hoy destacan en muchos
ámbitos profesionales. Éstas hicieron algo importante: aprovechar las
oportunidades que se les dio. Pero fueron aquellas porteras, sus madres, las
que obraron lo principal. Hoy son modelo de mujer trabajadora.
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