¿Son los
empleados realmente unos gandules o es que están mal gestionados?
ROY LILLEY
Porque si lo que más valora un directivo al elegir a
sus colaboradores es la capacidad lamedora que le demuestran, no debería sorprenderse
al descubrir que tiene un equipo constituido por una pandilla de mamones.
Así
que cuando, afiliado a una u otra cofradía (política, cultural, académica o
masónica), un sanchito de pueblo consigue la isla Barataria, enseguida se pone
a favorecer a sus chicharrones (pelotilleros, elegidos entre los más memos,
para que no le hagan sombra). Los cuales escampan el chapapote sobre cualquier
organización.
O, aquel
césar con bigotito que registró en el cuaderno a su coro de aduladores, y seleccionó
para sucederle al más genuflexo. El cual, alcanzado el poder, se dedica a reverenciar
al 4º Reich, consagrando la ruina de su pueblo.
Porque una panda de mamones es capaz de hundir a cualquier
empresa (privada o pública). E incluso hasta a una nación entera.
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