Corría el mes de junio de 1977. El “glorioso” llevaba ya una temporadita bajo la losa. En España transcurría la primera campaña electoral de la época post-franquista.
El tardo-franquismo había decidido que el post-franquismo iba a ser “democrático”. Los prebostes del antiguo régimen acordaron que, en la transición, a la derecha la representara un tal Suárez, y que la izquierda debía usurpar las siglas de un antiguo partido marxista español. Y se refundó un partido nuevo controlado por la social-democracia europea (lo más independiente posible de la URSS). Para dirigir a ese partido seleccionaron a un joven GUAPERAS que se había iniciado como obrero ordeñando las vacas de su padre, asociativamente formado en Acción Católica, muy progre (progre = pijo de izquierdas), gracioso, andaluz, y con “carisma”.
Un día escuché por la radio fragmentos de un mitin de dicho guaperas. Era un discurso propio de la escuela de retórica de Cantinflas (ved la película “El profe” y comprobad como se llamaba el alumno gamberro de Cantinflas en dicha película). Prometía, entre otros dislates, poner en vereda a la industria farmacéutica. Lo hacía con convencimiento, y con su reputado “carisma”. Aunque a mí y a muchos nos pareció que se trataba del discurso de un demagogo, de un sacamuelas.
Sin embargo las elecciones, que en aquellos años se habían convertido en un concurso de belleza masculina, las solía ganar Suárez más guapo, castellano viejo, con más prestancia, y bueno en el papel de malo conocido.
A finales de 1980, Suárez y su aparato político habían llevado a España al borde del abismo. Así que Borbón junto a nuestro guapo protagonista, a Fraga y algunos más, con sus respectivos afines, decidieron deshacerse ya de Suárez y de lo que le rodeaba. Y prepararon un golpe de mano (del todo civil), aunque la parte más espectacular fue ejecutada los dos generales más leales a Borbón (que luego les dejó en la estacada). Las pretensiones del golpe, además de eliminar a Suárez, eran que se encumbrara al poder al hermoso y que el ambicioso Fraga se hiciera con el control de la derecha. Gracias a Tejero (el único que cumplió el papel que se le había asignado) la chapuza golpista quedó en agua de borrajas. Si comprobamos la composición del llamado “gobierno Armada” veremos que la mayoría de los miserables que lo iban a constituir salieron pocos días después presidiendo la gran manifestación en “defensa” de la Democracia. Y ahí comenzó la era del GUAPERAS ya que al poco tiempo su partido ganó las elecciones (partido siempre tan golpista: 1934, 1981, 2004, etcétera).
Durante los 17 años siguientes, el guaperas fue primer ministro. Habiendo llegado al poder de esas maneras, no se podía esperar más de él, se fue rodeando de políticos de su calaña, y así España se fue pareciendo más y más a un país bananero. Y el guapo, no sólo no puso en vereda a la industria farmacéutica, sino que facilitó que ésta expoliara al contribuyente como jamás se había hecho.
Al finalizar su mandato, y en reconocimiento a su labor, las diversas organizaciones masónicas, a las que también pertenecen los dueños de muchas farmacéuticas (Grande Oriente, Bildelberg, etc.), recomendaron al hermoso para que siguiera chupando del bote junto a aquellos a los que favoreció. Así pues actualmente el guaperas, convertido ya en un viejo carcamal, gordo, con cara de cerdo, y luciendo querindonga, es miembro de los consejos de administración de varias multinacionales de farmacia e incluso de la mismísima Farmaindustria. Suponemos que su función en dichos consejos será la de “aconsejar” sobre la mejor manera de seguir robando.
Por supuesto, en dichos consejos de administración, al guaperas le acompaña un gran número de otros políticos “retirados”. Políticos de derecha y de izquierda, de diversos partidos con poder.
En nuestro país, el dominio de la mafia farmacéutica sobre los gestores provoca, por ejemplo, que los medicamentos sean un 30% más caros que en el Reino Unido. O que un gran porcentaje de los medicamentos son vendidos para que vayan directamente a la basura (4000 euros al mes, sólo en la farmacia de mi barrio). Imponiendo en puestos de responsabilidad a psicópatas que permiten que continúe el derroche a costa de la enfermedad… ¡Hasta Pepiño! Y, mientras tanto los gobiernos, para conseguir el ahorro, le han rebajado considerablemente el sueldo al trabajador sanitario y al resto de trabajadores.
Debemos alzarnos contra esta situación, y no tolerar que nadie (sea político, gestor o profesional) favorezca el despilfarro a favor de la industria o de sí mismo. Denunciándole desde cualquier foro.
Yo quiero comenzar denunciando a los responsables del caótico y despilfarrador sistema de prescripción farmacéutica (¿a qué se espera para arreglar el desastre?). Ése debería estar ¡ya! en la cárcel.
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