viernes, 31 de mayo de 2013

PODER Y SEXO

“Toda jerarquía posee un verdadero carácter sexual…”
GREGORIO MARAÑÓN Y POSADILLO

Ese conocido médico y pensador del siglo XX descubrió que lo que le pasaba al gran conquistador, al seductor, al Don Juan, era que necesitaba compensar sus equívocas particularidades de comportamiento sexual.

Posiblemente, Marañón también sospechaba que aquellos con ansia de Poder necesitan compensar su síndrome de Koro. Pero cuando soltó la mencionada frase, ese síndrome no se había inventado todavía. Ahora ya hay síndromes para todo.

sábado, 25 de mayo de 2013

INGLIS ESPOKEN, O CÓMO LLEGAR A ANALFABETO POLÍGLOTA


Cualquier ser vivo, desde la bacteria hasta el hombre, tiene sus formas de comunicación. La más compleja y evolucionada es, sin duda, el lenguaje humano.

En su inicio fue exclusivamente verbal. Pero hace unos pocos milenios apareció la escritura, allá por el Mediterráneo oriental. Primero fueron unas cuñas con las que se controlaba la contabilidad. Después vino la genial idea: el alfabeto silábico, perfeccionado por los fenicios y adoptado por las demás lenguas mediterráneas. Con veinte signos somos capaces de transmitir, en toda su capacidad, el pensamiento humano. Gran invento, no superado ni por la imprenta ni por internet.

Los diversos sistemas de comunicación orales y escritos, constituyeron los idiomas. Lo ideal sería que el género humano tuviera una sola lengua. Así, la transmisión del conocimiento (lo que llamamos información) sería mayor, y también el progreso derivado de ello. Ya los antiguos, que eran tan listos o más que nosotros, nos transmiten desde las leyendas bíblicas que el plurilingüismo es una aberración, un castigo divino. El Hombre, tras alcanzar el sumo conocimiento se creyó omnipotente. Construyó la torre de Babel. Y Dios, cabreado, escarmentó su petulancia con la aparición de las lenguas, obstaculizando la difusión del saber.

Pero hoy el Hombre, que sigue siendo hombre, continúa considerando a su lengua como un signo de identidad. Y se vale de ella para afianzar sus conquistas.  “Siempre la lengua fue compañera del imperio”: así comenzaba Antonio de Nebrija su prólogo de la primera Gramática Castellana cuando la publicó en 1492, dedicada a Isabel la Católica. Se refería a los imperios arcaicos. Pero la reina de Castilla tuvo ocasión de confirmar a Nebrija sobre el Imperio que se le vino encima. Así pues, desde siempre, cuando un pueblo ocupa a otro, lo primero que hace tras la invasión es embutirle su lengua.

En el mundo de hoy, el Imperio está asentado sobre los Estados Unidos. A cualquier occidental que se le ocurre alabar a ese país se le retira, de forma sumarísima, la chapa de “progre”. Pero quizá sea mejor aceptar a los USA que a otros “imperios”. Comparémoslo con aquel rapiñoso Imperio Británico; o con el criminal imperio bolchevique (tan añorado por la progresía); o el salvaje nazismo; o a los chinos, que en el siglo XXI siguen practicando la esclavitud; o el fanático y retrógrado Islam; o con Napoleón. Sí, los americanos mandan. Y, quienes más se esfuerzan en despreciarles, mas pierden el culo por imitarles. Visten los blue jeans, usan su computer, conversan con sus i-Pod, consultan la Wikipedia en Google, conducen su Ford, tragan hamburgers. Y, por supuesto, hablan en inglés.

Es bueno y necesario que actualmente consideremos a alguna de las lenguas en uso como idioma mundial. Mediante ella dialogamos a través de la actual red internacional de comunicación, consiguiendo que el mundo sea más pequeño. Y sólo hay dos, capaces de representar ese papel: la inglesa, por ser la lengua del actual imperio, y la española, que es la que se habla en más países de la Tierra. Los americanos y británicos han sabido explotar ese potencial, incluso consiguiendo que su lengua recaude un considerable porcentaje del PIB en los países donde se habla. Sin embargo, los españoles nos hemos dedicado durante los últimos años a malgastar el potencial de nuestro idioma, embutiéndonos de inglés hasta en la sopa.

Los gabinetes de marketing de las empresas dedicadas a la enseñanza de idiomas nos quieren convencer de que es mucho más fácil “asimilar” un idioma en la infancia. Eso es una gran falacia. De niños aprendemos nuestra lengua madre (una o varias), siguiendo el contexto natural de la cultura a la que pertenecemos. En España, eso sucede con el castellano y con las lenguas vernáculas de sus diversos territorios. Y si los padres hablan en inglés, swahili o arameo, también lo aprenderá el niño. Pero es imposible que un niño normal asimile un idioma nuevo si no tiene totalmente conformadas las estructuras mentales de su lengua madre. Sin embargo es muy común que, finalizado el horario de guardería, se enjaule a los infantes en clases de idiomas. Convirtiéndolos en anglo-loros que repiten de memoria palabras, canciones y números, muchas veces sin saber lo que dicen.

Al llegar a la edad escolar, si el niño tiene padres de esos que quieren que el nene llegue, como mínimo, a presidente del gobierno, está abocado a un carísimo colegio privado bilingüe. Extravagancia peculiar, porque en España, para ser Primer Ministro no hay que saber inglés. En esas escuelas pululan taxistas, camareros o albañiles, llegados como turistas desde países anglófonos, y aquí se mantienen impartiendo diversas asignaturas, sin tener preparación, pero eso sí, lo hacen en inglés. Y el inglés, junto al castellano y la lengua vernácula, ya son tres los idiomas que deben aprender nuestros superhéroes.

Si a mí me hubieran explicado la química, la física, las matemáticas u otras asignaturas en inglés, hubiera aprendido inglés, que para eso fui niño listo, pero seguramente no habría aprendido lo suficiente de esas materias (porque en aquella época se exigía bastante más que ahora; no se aprobaba a todos, supieran o no la lección, tal como sucede actualmente). Habrían conseguido de mí lo que se pretende hacer con los niños de hoy: convertirme en un analfabeto políglota. Y, seguramente, sería más pijo de lo que he llegado a ser de mayor.

Cuando alcanzan la adolescencia, a los futuros analfabetos políglotas se les envía a Irlanda. Allí, con la pubertad a todo tren, y sin la vigilancia paterna, se dedican a practicar el inglés. Pero también se inician en otros “idiomas” como el francés, el griego, el ruso, y demás "lenguas" probablemente más interesantes que el inglés. Se organizan pares característicos. Las chicas españolas se pierden por los muchachos italianos; las francesas por el macho ibérico; las teutonas, que según investigaciones, se excitan por el olor corporal, eligen a ejemplares de oriente medio, cargados con petrodólares, y que suelen mantener íntegra la ecología de su superficie corporal; a los japoneses, seres sin ser, no les elige nadie; y así sucesivamente.

Durante mi bachiller estudié, malamente, francés. No tuve necesidad del inglés ni para mi formación, ni para conseguir trabajo. Con veintitantos años comencé a estudiarlo, tanto en España como en diversas ciudades de Inglaterra y de los Estados Unidos. A esa edad uno aprovecha mejor el tiempo: va a estudiar inglés. Con lo aprendido, he podido viajar por todo el mundo. He discutido en inglés de religión, política, sexo o ciencia, y me han entendido. He dictado conferencias en congresos, y conseguí explicarme. Eso sí, con acento muy de derechas: parecido al que luce el ex, Aznar. Pero con lo que sé, me sobra.

Yo he inventado la boina parladora. Es un artilugio para ponerselo en la cabeza y del que sobresale un micrófono que capta lo que decimos; dentro de ella existe un procesador informático que analiza no sólo lo dicho, sino que incluso conectado con nuestras neuronas, capta la idea que queremos transmitir, y la traduce a cualquier idioma; y por el rabo de la chapela sobresale un altavoz que transmite a nuestro interlocutor en cualquiera que fuese su lengua. Todos los elementos constitutivos del artilugio ya están en nuestro mundo, y verlos mezclados será cuestión de pocos años. Así pues, el tiempo dedicado por las nuevas generaciones en aprender idiomas se habrá convertido en una gran pérdida de tiempo y de dinero.

España, con sus defectos, tiene una cultura y tradición tan extensa y profunda, o más, que la anglosajona. Aquellos pueblos americanos, que cuando llegaron los españoles aun practicaban sacrificios humanos, se adhirieron enseguida a las costumbres hispanas. Mucho anglosajón y mucho progre de aquí sigue creyendo que España sólo fue a América con intención de expoliarla. Pero, con la plata americana,  el imperio español construyó allí una estructura social de la que aún quedan numerosas muestras: catedrales, comercio; y cincuenta universidades (muchas fundadas ya en el siglo XVI), hecho sin precedentes con cualquier otro imperio. Es insolente que la cultura anglosajona, basada mayormente en la piratería (que en la actualidad representan los paraísos fiscales y, en su momento, el ataque a galeones españoles), nos ofenda con dichos argumentos. También es patético que en muchos países  hispanoamericanos, guiados por sus dictadores (el “coma-andante”, el “cocalero”, la “botox”, el “neogorila”, etcétera, los cuales exhiben pocos rasgos indígenas desde su físico) se nos acuse por las salvajadas que hicieron en América sus propios antepasados españoles.

Asumamos al inglés como lengua internacional. Pero nada más. No renunciemos al castellano como la otra lengua del mundo y, sobre todo, como nuestra. Por bien que hablásemos inglés, siempre seríamos angloparlantes de segunda. Estudiemos inglés, sí. Pero enseñemos las asignaturas prácticas en español, si es que queremos que los niños las aprendan. Y transmitamos la verdadera Historia, cultura y tradiciones de España. No desertemos de ellas. No vistamos de mamarrachos a los niños españoles cuando llega Halloween. No toleremos el subterfugio de dominio anglófono de la ciencia: reivindiquemos un nuevo idioma inglés internacional, al que deberán adaptarse incluso los ingleses. Reivindiquemos el español también para la ciencia. Cultivemos las relaciones culturales con los pueblos hispánicos. Olvidémonos del necio exceso al que se somete a niños, la mayoría de los cuales son normales, no son fueras de serie capaces de aprender siete lenguas durante su infancia. No persistamos con la fabricación en serie del ANALFABETO POLÍGLOTA.

viernes, 17 de mayo de 2013

HEU CRESCUT


¡Heu crescut! (¡habéis crecido!)
JOSEP PLA

El escritor Josep Pla fue visitado en su lecho de muerte por el president de la Generalitat catalana y señora (Pujol y Ferrusola, ese par de enanos). Desde la cama, con su mala leche característica, les miró de reojo y les espetó eso de ¡heu crescut! Tras lo cual, se dio la vuelta y se tiró un pedo. Ningún moderno twitero hubiera podido expresar más con menos palabras.
Abunda hoy en España gentola de vuelo gallináceo (como diría Pla), que ha crecido gracias a la desfachatez, la cara dura, la falta de escrúpulos y el latrocinio sin límite. Casi todos enquistados en el mundo político y del Poder. Chorizos hinchados cual mortadela boloñesa, van saliendo poco a poco a la luz, desesperanzando a la gente, y generando caldo de cultivo para la confrontación social. Ya veremos como acaba este ambiente de merdosos gigantillos.

miércoles, 8 de mayo de 2013

CÁNCER Y ESTUPIDEZ: INADECUADA COMBINACIÓN


Estamos del fomento mediático del cáncer hasta los mismísimos. Quienes lo vivimos en carnes propias o en la de seres queridos, queremos pasar página.
Estamos hartos de ver a idiotas en festivales pro-cáncer. Nos repugna el toque a la fibra sensible del consumidor (y a los cojones del enfermo) en rastreros anuncios publicitarios. Y ya está bien de pedir limosna en nombre del canceroso para instalar mármoles en hospitales subvencionados.
Nadie es héroe por vencer al cáncer. Al cáncer lo vencen los médicos que se dejan la piel tratándolo. El valor del paciente es su confianza en facultativos competentes, bien elegidos. Tan digno es quien vence al cáncer como quien fracasa ante la enfermedad. Quien presume de vencer al cáncer está degradando al que ha sucumbido, cuya actitud quizá fue más admirable, pero tuvo peor suerte.
Los que sufrieron cáncer y se curaron, deben ser discretos. La parafernalia montada alrededor de la enfermedad, sólo para sacar pasta, debería callar para siempre.

viernes, 3 de mayo de 2013

LA TOGA


…Aprendió a alisarse el pelo con la “toga”, un sencillo procedimiento que consistía en que, una vez lavado y totalmente húmedo, se enrollaba por el contorno de la cabeza, estirándolo y alisándolo al mismo tiempo, manteniéndolo así veinticuatro horas, hasta que se secaba; al desprenderlo del enrollamiento quedaba liso-liso, y así hasta el próximo lavado y la toga de nuevo…
ESTHER SALAZAR

¡La toga! Siempre la toga. En los años 60 y 70 del pasado siglo, toda chica que quería dar largas al chico encontraba el pretexto ideal: tenía que hacerse la toga. Todas, a toda hora, se hacían la toga. La toga era la excusa perfecta.
Hoy en día hay excusas y subterfugios para todos los gustos. Para rebajar sueldos al trabajador. Para acumular riqueza por explotadores y políticos. Para subirnos los impuestos. Para hundirnos en la miseria
Ya veremos como acaba esto. Pero la “toga”, felizmente, ya se pasó de moda.